Mujeres cubanas, blanco de la represión

La represión castrista contra quienes disienten o se oponen públicamente a sus dictados, no se detiene. En esta línea, la represión contra las mujeres cubanas suma un acápite particularmente vergonzoso a la ya larga lista de violaciones de derechos humanos cometidas por el gobierno de Castro y sus partidarios, generalmente organizados, apertrechados y protegidos por el régimen de La Habana.

En esta semana que termina han coincidido dos actos represivos aparentemente divorciados entre sí, pero que comulgan en que tienen como blanco, una vez más, a la mujer cubana. En Argentina, la Dra. Hilda Molina presentaba su libro Mi Verdad cuando turbas procastristas rompieron el evento improvisando un “acto de repudio” que reunía muchos de los elementos habituales en Cuba para ese tipo de aquelarres. Y en la propia Isla, el pasado 23 de abril, fue detenida y condenada a un año y ocho meses de prisión la periodista independiente, y acompañante de las Damas de Blanco, Dania Virgen García.

En apenas 48 horas, García fue arrestada, juzgada y condenada en juicio sumarísimo –caricatura de proceso judicial que habitualmente celebra el gobierno cubano contra los disidentes, para cubrir las formas—, siendo trasladada a una de las prisiones de mayor rigor del sistema carcelario de la dictadura, Manto Negro, según informó desde La Habana el periodista independiente Julio Antonio Rojas Portal.

Por su parte, la Dra. Molina fue explícita tras verse forzada a abandonar su presentación en la Feria del Libro de Buenos Aires:

“Yo se los había advertido a los de la editorial. Les dije: «Allí están los de la embajada». Los conozco porque me siguen todos los días. Yo les dije que tenía miedo, porque desde que he decidido en 1994 venir hasta aquí me lo hacen (…) Ellos no utilizarán sus recursos para alimentar al hambreado pueblo de Cuba, pero sí tienen una poderosísima oficina que elabora libretos para tratar de destruir física y moralmente a los que abren la boca, y no sólo en la Argentina. Si yo presento este libro en Djibutí, África, pasa lo mismo”.